Se marcha Diego López y con él se va un gran portero, un gran profesional y un gran madridista. A Capello le gustaba, pero por aquel entonces Casillas era indiscutible. Dio el paso de salir del Real Madrid en busca de oportunidades y en Villarreal deslumbró, demostrando su gran potencial, siendo partícipe de la época dorada del equipo, jugando en Europa y llegando a ser internacional con España. Muchos golpes ha recibido Diego a lo largo de estos años, uno de ellos fue quedarse fuera del Mundial de Sudáfrica en la última convocatoria tras haber sido convocado durante el año anterior. Otro, el descenso con el Villarreal tras haber jugado Copa de Europa con el equipo amarillo ese mismo año. Después fichó por el Sevilla y tampoco lo pasó bien, sufriendo en la figura de Palop un aperitivo de lo que meses más tarde encontraría en su vuelta a casa: un portero que por nombre y méritos anteriores partía con ventaja y apoyo mediático pese a no ser superior a él.

Y llegó la oportunidad de su vida en el club de su vida. El Real Madrid llamó a su puerta tras la lesión de Casillas en Valencia en enero de 2013 –Mourinho quiso ficharlo antes– y él no se lo pensó dos veces. Rindió a un nivel excepcional hasta el final de temporada, siendo clave en las eliminatorias de Copa de Europa ante el Manchester y de Copa del Rey ante el Barcelona. Se ganó el puesto en el campo con grandes actuaciones, tan sólo empañadas por su error en el segundo gol del Atlético en la final de Copa de ese año, aunque decir o insinuar que aquel partido se perdió sólo por eso es tan injusto como la cantidad de cosas que se han escrito y dicho sobre Diego López en este año y medio para hacerle daño.

Llegó al Real Madrid a luchar por un puesto en el campo y en los entrenamientos, con la ilusión de gozar de una segunda oportunidad en el equipo del que tuvo que salir para jugar y hacerse un nombre en el mundo del fútbol. Y se vio envuelto en una guerra que él no había empezado, en la que él no quería participar, que él nunca alimentó y por la que ha acabado llevándose duras e inmerecidas críticas por parte de un sector que no valora el trabajo y la profesionalidad como virtudes sino que responde a intereses bastardos. Despreciado por gran -borrega- parte de su afición sólo porque mediáticamente los amigos de su competencia -con su consentimiento- le hacían de menos tan sólo porque le estaba arrebatando el puesto. Pese a todo, ni un mal gesto, ni una salida de tono, ni una bronca. Y quizá tenía más razones para montar un pollo de las que tienen otros que sí los montan.

Aquella parada ante el Borussia (tras una gran actuación en el partido de ida, pese a los cuatro goles encajados). Quizá la única vez que el Bernabéu al completo hizo justicia con él y coreó su nombre al unísono. Aquella parada bien habría merecido el pase a la final y de haberse remontado la eliminatoria habría sido en gran parte gracias a ella, lo cuál, quién sabe, quizá habría cambiado el signo de esta segunda etapa de Diego López en el Real Madrid.
Cuando al acabar esa temporada Mourinho abandonó el equipo y parecía destinado al banquillo, consiguió convencer también a Vecchi y Ancelotti de que era mejor y empezó la Liga como titular y con grandes actuaciones. Es conocido que Vecchi lo prefería antes que a Casillas, por lo que no es descabellado pensar que este último jugó la Copa de Europa en la temporada 13/14 por una cuestión “política” y para conservar la llamada “paz social”, imposible actualmente mientras Iker Casillas continúe en el equipo. El Real Madrid no pudo lograr el título de Liga y Diego se marcha sin haber sido partícipe directo en ningún título, una crueldad excesiva para un jugador que ha rendido a gran nivel y al que no se puede culpar de la no consecución de los títulos que ha disputado.
Lo más destacable del desempeño de Diego López en su segunda etapa en el Real Madrid es que hay que valorar sus actuaciones en un contexto de máxima presión. Pocas veces un jugador se habrá sentido más bajo la lupa, sabiendo que cada error sería magnificado y cada acierto minusvalorado mientras que para su rival por el puesto el trato mediático era radicalmente inverso. Tiene mucho mérito haber sabido aislarse de eso y que sus errores se cuenten con los dedos de una mano dada la infame e injusta valoración de su trabajo y el empeño de la prensa afín al “capitán” de poner a su rival en la diana.

¿Por qué se va? Él quería seguir. Parece bastante claro que el Real Madrid le ha empujado a la puerta, lo cuál es una dolorosa injusticia y un bochornoso trato a un futbolista que lo ha dado todo (pero éste de verdad) por el equipo. Un tío que, además de ser un grandísimo portero, habría aceptado ser suplente y disputar el puesto de igual a igual con Keylor Navas en lo que seguramente habría sido una competencia sana. Un tío que no ha faltado a ningún entrenamiento voluntario y se ha dedicado en cuerpo y alma a lograr en el campo lo que otros querían arrebatarle fuera de él. Un tío que merecía un trato más respetuoso por parte de una directiva que no ha estado a la altura con él. Es entendible que si Iker se aferra a su contrato vitalicio y su finiquito de 30 millones para no abandonar el equipo, el Real Madrid no pueda deshacerse de él, pero la ficha de Diego no es tan alta como para que un club como el Madrid necesite prescindir de él tras el fichaje de Keylor Navas y la presumible continuidad de Casillas. Así no se soluciona ningún problema, y cierto sector de la prensa no dudará en hacerle a Keylor lo mismo que le han hecho a Diego, eso hay que tenerlo claro. Dicen que “así se acaba el debate”. No, el tóxico debate no se acaba hasta que Iker Casillas abandone la entidad, porque siempre que él siga y su puesto se vea amenazado, quién lo amenace será perseguido por sus hordas de periodistas.
“Es una persona extraordinaria con un sólo defecto: no soporta encajar goles. Le he visto enfadarse en los entrenamientos. Es uno de los mejores porteros que he entrenado en mi vida. Se coloca bien, va bien con el pie con las dos piernas y es muy bueno en las salidas. Su mejor virtud son los reflejos. Tiene movimientos rápidos a pesar de que mide 1,96 metros”.
Estas palabras de Villiam Vecchi tras conocerse el fichaje de Diego por el Milán dejan bien claro que tampoco el cuerpo técnico se desprende de él con gusto, lo cuál también resulta desalentador. Y es que en el plano más importante, el deportivo, se marcha un portero mejor que el que se queda, obviando a Keylor Navas, que es más joven que ambos, atraviesa un mejor momento de forma y será titular siempre y cuando la política y la prensa lo permitan, visto lo visto.
Habrá que esperar al 31 de agosto para ver qué pasa con Casillas y si verdaderamente la política del club ha sido la de prescindir de ambos porteros, aunque no lo parece. Pero esta batalla la ha ganado él, fuera del campo concretamente, ya que dentro no ha podido. Y eso lo ha visto todo el mundo. Y deja a las claras el poder que sigue teniendo el capitán y su camarilla de periodistas en el Real Madrid. Castigar la profesionalidad, la entrega y el buen comportamiento y premiar la desidia, falta de compromiso y respeto al club y egoísmo. El mensaje a día de hoy es horrible.

En definitiva, se marcha un portero que en ha sufrido una persecución mediática por causas ajenas a él, por haber sido elegido y defendido en su día por Mourinho y por quitarle el puesto de titular al niño bonito de la prensa, que no sólo no ha tenido la decencia de pedir a sus amigos periodistas que, por el bien del equipo, dejasen de enmierdar, sino que ha alimentado la polémica y les ha dejado hacer a su antojo hasta llegar a esta situación.
Diego López abandona el Real Madrid tras haber sido el portero titular durante año y medio, con la Décima y una Copa del Rey bajo el brazo y con el cariño y reconocimiento del sector de la afición no envenenado por la campaña periodística en su contra. Y ese cariño lo tendrá siempre. Queda desearle la mejor de las suertes en su nueva etapa, darle las gracias por tanto y pedirle perdón por tan poco. El madridismo es agradecido con la entrega y el compromiso y el tiempo pone a cada uno en su sitio, aún está el mundo del fútbol a tiempo de ser justo con Diego López.

Gracias y hasta siempre, Diego.
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